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Dictadores
Para la Risa

El celuloide registra varios intentos de comedias a partir de los líderes más cuestionados de la humanidad. Algunos, con éxito; otros, con polémica. El estreno de “El Conde” nos hace revisar la filmografía de cruentos personajes en una veta cómica.

La escena más divertida de las películas sobre dictadores es un drama. Y se transformó en un meme universal. La reacción furibunda de Hitler ante sus generales cuando comprende que la guerra está perdida marcó para siempre a  "La caída" (Oliver Hirschbiegel, 2004), al punto de convertirse en la escena más replicada en la historia de las redes sociales.

Es difícil hacer chistes a costa de la desgracia de los pueblos. Miles de ejecutados, guerras sangrientas, despojo de las libertades y familias desmembradas han marcado el triste legado de oscuros tiranos, y llevarlos a la pantalla grande siempre es complejo. Lo comprueba el cuestionable intento de  "El Conde" (Pablo Larraín, 2023) que encaró en tono vampírico a Augusto Pinochet, en una sátira que despertó opiniones divididas a medio siglo del golpe de estado en Chile.

Pero hubo quienes acertaron en el tono. Y el mejor ejemplo fue "El gran dictador" (Charles Chaplin, 1940) que tuvo un mérito extra: supo adelantarse al holocausto que venía. Justo cuando estallaba Segunda Guerra Mundial, el comediante inglés abrió su relación con el cine sonoro con una comedia potente y vigorosa, que culminaba con un inolvidable discurso pacifista. Los partidarios del nacional-socialismo en el mundo repudiaron la obra, que terminó imponiéndose en la medida que avanzaba el horror y el conflicto.

También se atrevió Sacha Baron Cohen, quien asegura haberse inspirado en el libro “Zabibah and the king”, escrito por Saddam Hussein, para crear a su protagonista en "El dictador" (Larry Charles, 2012). Para evitar conflictos mayores, el líder fue presentando como el regente de una nación de África del Norte. En un tono burlón y casi obsceno, la comedia es una mirada feroz a las motivaciones de un genocida.

No es precisamente una comedia, no obstante, el retrato que hace Forest Whitaker del despiadado Idi Amin Dadá es tan notable, que hay secuencias que provocan asombro y risa. "El último rey de Escocia" (Kevin McDonald, 2006) le valió el Óscar al mejor actor y el reconocimiento por el perfil de un militar que asesinó a medio millón de personas, arrasó con etnias completas, cultivó el canibalismo y apareció en los medios del orbe por una personalidad que combinaba la extravagancia con la impudicia, matizada con lo que muchos creían era un extraño senito del humor.

Kim Jong-un, en Corea del Norte, ejerce un férreo poder -heredado de su padre- sobre la población y mantiene en vilo a la zona por sus amenazas de guerra nuclear sobre sus vecinos. En "La entrevista" (Seth Rogen y Evan Goldberg, 2014) es el personaje central de una sátira en que un presentador de televisión viaja para entrevistarlo. La película causó tal desagrado en el mandatario, que hackeó el sitio de Sony, amenazó con ataques selectivos a Hollywood y provocó una crisis diplomática ante la cual Barack Obama debió reaccionar para defender la libertad de expresión.

Fidel Castro también fue satirizado en "Bananas" (Woody Allen, 1971). Se le nombró “Emilio Vargas” y Cuba fue bautizada como San Marcos. Para los tiempos que corrían, sin embargo, la trama es controversial, pues se mofa de las dictaduras centroamericanas, pese a olvidar la constante intervención estadounidense en el continente. Desde su postura liberal, Woody Allen involucra a los servicios secretos norteamericanos en la trama, pero el chiste está en la fragilidad de las democracias más que en el intervencionismo.

Groucho Marx, el inspirador de Allen, ya le había abierto camino varias décadas antes con el musical "Sopa de ganso" (Leo McCarey, 1933), donde el tirano de un lugar llamado Libertonia comete disparatados actos que en nada contribuyen a la paz o al beneficio del pueblo. Con más peso político que varias de las comedias de los hermanos Marx, el largo fue elogiado en una época en que el orbe comenzaba a enfrentarse al autoritarismo.

Y una comedia sobre la Unión Soviética, cómo no: "La muerte de Stalin" (Armando Ianucci, 2017). En rigor, no trata sobre el todopoderoso general que mató a miles de compatriotas tras guiar a su país a la victoria en la Segunda Guerra Mundial, sino sobre la búsqueda de un sucesor que pueda ocultar los magnicidios realizados para mantener la dictadura del proletariado.

El mayor acierto de los últimos tiempos que se mofa de los dictadores es doble y está basado en una novela que planteaba la resurrección de Hitler. En "Ha vuelto" (David Wnendt, 2015), el protagonista nazi se encuentra con una nación multi racial y con diversas líneas políticas y económicas, por lo que decide iniciar una gira. Esta se convierte en un gran suceso, pues la gente cree que se trata de un imitador. La idea fue replicada en Italia, con una hilarante versión de Mussolini, en "He vuelto" (Luca Miniero, 2017), que suponía la reencarnación de un histriónico y carismático Duce.


En España, los esfuerzos por satirizar a Francisco Franco fueron varios, en filmes donde no era protagonista. En "Buen viaje excelencia"  (Albert Boadella, 2003), sin embargo, la imagen de El Caudillo es objeto de burla, basándose en las excentricidades de su personalidad.

Como se ve, el ejercicio fue frecuente, aunque pocas veces exitoso. Es difícil reírse de personajes que causaron tanto daño, a pesar que la risa es sanación para algunas sociedades. Algo que, en el caso de Pinochet, aún parece pendiente.

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